MEDITACIÓN ANTE EL MONUMENTO.

CANTO: Cantemos al Amor de los amores (CLN p. 142).

INTERVENCIÓN: Estamos aquí, Señor, en tu presencia. Esta tarde hemos celebrado contigo tu última cena, como discípulos; en ella no hemos tenido tiempo suficiente para gozar y disfrutar de lo que te hemos visto y oído. Todo ha sido demasiado seguido, demasiado rápido. Pero nuestra mente es lenta en comprender y nuestro corazón es tardo en aceptar. Ahora queremos detenernos más despacio para interiorizar lo que nos has propuesto. Abre nuestro entendimiento y nuestro ser a la aceptación y la acogida de todo aquello que quieras comunicarnos. Que tu Espíritu, Señor, nos acerque a la realidad de tu presencia eucarística, de tu entrega generosa, de los inefables bienes espirituales que nos proporcionas desde la última cena de aquel primer Jueves Santo.

PRIMERA LECTURA EVANGÉLICA: Lc 9, 12-17. Cuando el día comenzó a declinar, se acercaron los doce y le dijeron: -Despide a la gente para que se vayan a las aldeas y caseríos del contorno a buscar albergue y comida, porque aquí estamos en despoblado. Jesús les dijo: -Dadles vosotros de comer. Ellos le replicaron: -No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esa gente. Eran unos cinco mil hombres. Dijo entonces Jesús a sus discípulos: -Mandadles que se sienten por grupos de cincuenta. Así lo hicieron y acomodaron a todos. Luego Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los iba dando a los discípulos para que los distribuyeran ente la gente. Comieron todos hasta quedar saciados y de los trozos sobrantes recogieron doce canastos.

SILENCIO meditativo.

INTERVENCIÓN: En la celebración de hoy, San Pablo nos relataba que en aquella cena también pronunciaste la bendición sobre el pan, que lo partiste y les decías: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Con el pan alimentaste a aquella multitud y con el pan sigues alimentando a todos tus discípulos. El pan expresa tu acción de entrega generosa, Tú eres ese pan partido, que se da a todos, que a todos llega y alimenta. El pan que tú bendices anticipó entonces tu entrega y hoy la sigue haciendo presente entre nosotros en cada Eucaristía. Qué maravilloso regalo nos haces, Jesús, con tu presencia eucarística. La participación en esa comida nos une a ti en comunión porque “el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en él” (Jn 6, 56). Quien te recibe habita en ti y tú en él. Ese pan es ofrenda de lo que recibidos de la bondad de Dios, pues se obtiene de nuestro trabajo y de la providencia divina. Pero también ese pan es signo de hermandad y fraternidad; el pan llega a todos porque es compartido. La actitud de solidaridad emana para los cristianos también de la Eucaristía. Quien comulga el pan de tu cuerpo se compromete a compartir, a ser solidario, a trabajar por la justicia. La reserva eucarística, Señor, nos une también a los cristianos en la oración y la meditación. Es para nosotros lugar privilegiado donde ofrecer nuestra vida, donde escuchar tu voz; y a través de ella llegas también a los enfermos, más necesitados, en su dolor, de ser confortados con el alimento celestial. Gracias, Señor, por el pan eucarístico. CANTO: No podemos caminar (CLN p. 148).

SEGUNDA LECTURA EVANGÉLICA: Lc 6 35-36. Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

SILENCIO meditativo.

INTERVENCIÓN: También en la cena de hoy te hemos escuchado con especial solemnidad que nos decías tu mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Tantos mandamientos que deben observar los judíos y hay uno nuevo que los sustituye a todos y que es el único que nos pides. Amarnos unos a otros no es complicado cuando hay correspondencia. Pero es la coletilla “como yo…” la que nos deja inquietos. Recordamos ahora que tiempo atrás nos habías encargado amar, incluso, a nuestros propios enemigos. Luego, en la cruz, implorarás al Padre el perdón para tus verdugos. Ahora comprendemos. Se trata de un amor que no se niega a nadie, que no pone límites, que trasciende la ley de la correspondencia; desinteresado y entregado hasta dar la propia vida, como el tuyo. Tú eres la imagen de Dios y Dios no niega su amor a nadie. Por eso tú amas a todos, incluso a quienes te matan. Quieres, por tanto, que el nuestro, como el tuyo, sea también un amor para todos, desinteresado y entregado; un amor que es ofrenda, que es donación. Un amor superior al que estamos acostumbrados. Porque lo nuestro es aspirar a encarnar en nuestra vida la mirada de Dios, que ve en todos a sus hijos y que confía en su superación y en su conversión.

CANTO: Os doy un mandato nuevo (CLN p. 277 ó 292).

TERCERA LECTURA EVANGÉLICA: Jn 14, 1-3. No os inquietéis. Confiad en Dios y confiad también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos; de no ser así, ya os lo habría dicho; ahora voy a prepararos ese lugar. Una vez que me haya ido y os haya preparado el lugar, volveré y os llevaré conmigo para que podáis estar donde voy a estar yo.

SILENCIO meditativo.

INTERVENCIÓN: En el evangelio según San Juan, Jesús pronuncia un largo discurso en la última cena que se extiende a lo largo de cinco capítulos tras el lavatorio de los pies. Es la despedida y las últimas recomendaciones. Los versículos que hemos leído hace un momento pertenecen a ese discurso. En ellos, Jesús habla de su inminente partida y promete regresar para llevar a los suyos junto a él. Ya había predicho su muerte con anterioridad (Jn 12, 32-33), pero ahora da a entender que tras su muerte seguirá vivo. La última cena apunta hacia su pasión y resurrección; también nuestra meditación de esta noche debe prepararnos a celebrar los acontecimientos que se avecinan: la separación temporal de Jesús de nuestro lado y su victoria en la resurrección. La cena del Señor es el comienzo de su Pascua liberadora: su paso de este mundo al Padre, su paso de la muerte a la vida, el paso de la antigua a la nueva alianza sellada no ya con la sangre del cordero, sino con su propia sangre; la del verdadero cordero que quita el pecado del mundo: Jesús muerto en la cruz y resucitado. CANTO: Donde hay caridad y amor (CLN p. 160).

PRECES En esta noche santa, ante la Reserva eucarística, oremos al Padre por medio de Jesucristo, que se entrega por nosotros y por nuestra salvación.

– Por la santa Iglesia extendida por todo el universo. – R/. SEÑOR, ESCÚCHANOS; SEÑOR, ÓYENOS.

– Por los que ejercen la responsabilidad del gobierno de los pueblos y las naciones. R/.

– Por la paz y la justicia en el mundo, por la fraternidad entre todos los pueblos. R/.

– Para que los recursos naturales y humanos sean puestos al servicio de todos. R/.

– Por la solidaridad de los que más tienen hacia los menos favorecidos. R/.

– Por el acercamiento y la reconciliación entre antagónicos. R/.

– Por el buen entendimiento de los que se hallan enfrentados. R/.

– Por los que mueren violentamente, víctimas de la injusticia, y por sus verdugos. R/.

– Por los que no reconocen la presencia activa de Dios en nuestro mundo. R/.

– Por los que niegan la salvación obrada por Jesús en su muerte y resurrección. R/.

– Por quienes se dedican al ejercicio de la piedad y la caridad en la Iglesia y en el mundo. R/.

– Por los que llevan a cabo la tarea de la evangelización: catequistas, misioneros… R/.

– Por los enfermos, los inmigrantes, los parados, las víctimas de los malos tratos, los indigentes, los abandonados, los que se encuentran solos y por todos los que sufren. R/.

RECITACIÓN DEL PADRENUESTRO.

BENDICIÓN FINAL: Dios Padre nuestro, muéstranos tu infinita misericordia y el inmenso amor que nos tienes; derrama tu bendición abundante sobre nuestras comunidades, nuestras familias y todos los que hemos celebrado la última cena del Señor Jesús. Ayúdanos a quienes hemos compartido estos momentos de oración a saber transmitir a nuestros semejantes las gracias que de ti hemos recibido en esta noche. Que ellas alimenten nuestra fe y den sentido a nuestra esperanza a través de lo que vamos a contemplar y celebrar en los próximos días: la muerte y la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

JUAN SEGURA